Adulto mayor vive bajo el cuidado de su sobrina
mientras que sus hijos le negaron su apoyo.
Piter abandonó Huánuco y ahora vive en la puna con una sobrina suya - Foto: Yonel Rosales |
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Por Yonel Rosales
Hace pocos meses, ya va para un año. Piter, a quién cambiamos
de nombre porque no queremos que juzguen a ninguno. Nacido y crecido en Puños. Tocó
la puerta de sus hijos en Llata. Recibió una reprimenda cargada de años de resentimiento
y un portazo en la cara. Inicialmente su intención fue llegar a su vivienda,
donde olvidadas décadas atrás dejó a su esposa y cinco hijos por perseguir las locas
ilusiones del desamor y el amor. La exesposa ya estaba sepultada y la casa vendida
por los herederos. No había dónde quedarse, cuenta una sobrina suya, Yessi, que
también prefiere un apelativo para referirme a ella.
Piter, con sus 80 y tantos años a cuestas vivió en La Unión y
después en Huánuco. Dice él, cuando se es viejo ya no sirves para el trabajo
y las empresas te botan. No tenía dónde ir y volvió a su tierra. Una
hermana suya, también de edad, tampoco quiso recibirlo. “Noga pis ajata taré
micunapa” (Yo también difícil encuentro para comer), habría dicho. No le quedó
de otra que deambular en Llata, sin nada que hacer y los achaques de la edad
acosándolo. Por circunstancias de la vida se tropezó con un primo suyo, sorprendido
porque lo encontró vivo, la familia lo daba por muerto. Por cortesía le invitó visitar
la casa. Para más sorpresa, al día siguiente tenían a Piter en la puerta con una
atado de ropas malolientes.
Como pasa siempre, en eso tiene razón un tío mío, que bromea
cada tanto, al primer día y segundo día la familia te da la bienvenida y pishta
cuy, gallina o te ofrece lo mejor que tenga en casa, pero al tercero o a los
días siguientes con gestos o indirectas te reclama para cuándo te vas. Yessi
fue directa. Le pregunté a dónde te vas a ir y él me respondió que solo está
esperando que crezca el río para aventarse. Le aclaró, que no le decía por
pedirle que se vaya, sino que ella se iba de viaje y quién le iba a dar de
comer. No tiene ni ropa, puro ropas de tela tiene el tío, dice. Efectivamente,
Piter viste como para ir a una fiesta de promoción, inadecuado para el clima
tosco y frígido de Puños.
Finalmente, otra sobrina suya, que vive más lejos del centro
poblado, al borde o en la puna, se lo llevó. Ella no fue abandonada por Piter,
ni es su hija. Mientras no se enferme, lo que es un plato de comida compartimos.
Cama, ropa, lo que tenemos le damos. “Pobrecito ancianito, dónde va ir pue”,
comenta. No tengo ni tiempo para ir a decirle a sus hijos, ellos son
profesores, son de tener, pero no quieren verlo, acota.