Cartel de amor - Desde la Torre

PORTADA

jueves, 27 de septiembre de 2018

Cartel de amor


En la radio suena aquella canción que alguna vez te dediqué. La radio-reloj-despertador, es el último que será empacado. La últimamente inútil tele ya está en la caja, mi preciado equipo que llena casi todos los vacíos con su estrondoroso sonido también fue guardado, el único que rompe la compañía del silencio es la pequeña radio. Impide que me absorba ese silencio doloroso, evita que me ahogue en solitaria despedida, y más, me salva de la asfixiante nostalgia de abandonarlo todo. Distrae los recuerdos que en este momento vuelven a tomar cuerpo con cada objeto que redescubro en las antiguas cajas o costales abandonados desde la última vez que nos mudamos.


En el instante que termino el párrafo anterior, concluyo que otra de las razones por las que me opongo a las mudanzas por muy incómodo que esté en la habitación alquilada, aparte de lo dificultoso que es empacar y trasladar, es el temor a los apremiantes recuerdos que traen cada objeto olvidado, sus alegrías y tristezas toman forma, con sus diminutas partículas hechas polvo reingresan en tus sentimientos.
La radio encendida con el propósito que señalé, se empeña en contradecirme. En la selección que me concentro, de qué se va conmigo y qué no, redescubro la cartulina amarilla doblada, ajada y con pérdidas de color. Ese insignificante pedazo de papel era seguridad, ella me amaba, de verdad que me amaba. A estas alturas el papel y corrospun, solo es una mascareta en el que mal fundaba mis esperanzas en el amor. ¡Qué breve puede ser la felicidad!, lamento, con un punzón al lado izquierdo del pecho. Y en radio Ritmo Romántica, “Tus mejores baladas en español”, inicia las notas de aquella canción boba, pero que nos encantaba repetirlo a voz en cuello, a veces mirándonos a los ojos, otras veces estrechándonos y cerrando con un largo beso insuficiente. En seguida comienza a decirnos Enrique Iglesias, “Pueden pasar tres mil años, puedes besar otros labios, pero nunca te olvidare…”.
La radio en vez de aplacar la nostalgia, me hunde en ella. Te extiendo cartulina doblada en cuatro, y saltan a la vista esas dos palabras rojas en corrospum “Te amo”, en la esquina, parte inferior derecho, con plumón, en diagonal, está mi nombre. Al otro lado de la esquina están palabras alusivas a la fecha, feliz día de San Valentín, los otros espacios están rellenados como con Yonel y Maria x 100pre, y demás tonterías ahora, antes era sacrílego pensarlo siquiera. Por largo tiempo logró el centro honorífico de mi habitación, era lo mínimo, le había tomado toda una noche de trabajo a mi amada. Un día, cuando varios universitarios acudimos a hacer la tarea a mi cuarto, te ruborizaste en extremo, para tu alivio quise esconderlo, te opusiste. Las bromas y burlas no cesarían a partir de entonces.  
La música y la radio siguen escarbando los recuerdos, me rindo a la soledad, en esta pequeña morada de tres por cuatro metros, siento que mi cuchitril es un universo, demás está decir, infinito; donde las puertas solo se logran distinguir con mucho esfuerzo en el horizonte, inalcanzables. Sin salida. Y estoy solo, con la radio, el cartel, el resto de las “maletas hechas” o por hacer, no cuentan. Estamos solos, la radio y su música inoportuna, el cartel con su: “TE AMO”, mi nombre no cuenta, porque ya nadie ama a nadie. Solo somos ese polvo que cubría la cartulina, que al desdoblarlo se perdió, ya nadie sabe dónde fue a parar. Ahora, rendido en el piso entablado, del color madera que me encanta, me respaldo en una de las frías paredes de Pasco querido. Ya no quiero continuar haciendo maletas, no obstante estoy obligado a reiniciar, debo abandonar esta ciudad, ya hice varias renuncias, al trabajo, a ti, que dentro de poco te desposarán.
Dos años después de terminar hacer las maletas, mientras parezco seguir, sigo encerrado en esta habitación de cuatro mil por tres mil milímetros y millones de milímetros cuadrados, en el que tan solo soy una partícula más, insignificante ser al que pretendieron rescatarlo, no se puede dar con la puerta. Ahora vienes tú, a intentarlo, sin saber quién soy…  
Terminé hacer maletas, dejo con mucho dolor mis preciados archivos periodísticos de La Primera, me seguían a cuanta mudanza, de pronto algún título de César Hildebrandt o Lévano me abstraían para releerte cuando reempacábamos, ahora nos dividimos, quién sabe mañana alimentes alguna fogata o apestes a pescado, junto a mis preciadas revistas “Domingo”, que casi era su coleccionista por larga temporada. Solo las carátulas, según yo, más impactantes me acompañarán en esta nueva travesía. También solo una docena de mis archivos de Correo, los más impactantes según mi juicio, de los cientos, me siguen. Y por supuesto, las costosas revistas de Hildebrandt en sus trece, me acompañarán, “¿en estos papel periódico invertí más 600 soles?”, me asombro al contar los ejemplares del mejor. También se va conmigo el Cartel de amor, cualquier otro racional ya lo hubiera destrozado en un arranque de ira infraganti. Lo recuerdo bien, está entre mis libros y separatas de universitario, espero no para punzarme en la próxima mudanza, no por favor.

Originalmente publicado de cheleloyborolas.com 2016

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