De repente el reciente
comportamiento del señor Edgar Céspedes, alcalde de la Municipalidad Provincial
de Huamalíes, en la comisaría de Llata, donde tuvimos una diligencia, explique
la reacción matonesca que tuvo contra este periodista el 19 de octubre del
2023, cuando me sacó a empujones de la sala de regidores, me agredió y me quitó
mi grabadora. ¿Se imaginan ustedes a una “autoridad” quejándose en el comisario
porque no le gusta que le miren? Así de ridículo puede ser el señor Céspedes. Yendo
a la interpretación, si eso fuera prueba plena para su juzgamiento, esto solo demuestra
la entraña violenta de un tipo con aires de reyezuelo calato que no le gusta le
digan sus verdades.
Un alcalde que cree ser rey, que hasta no quiere que le miren, pero los periodistas estamos para decirle el reyezuelo está calato. ¿Comprenderá la analogía o debo explicarle sin mirarle? |
Por Yonel Rosales
Cuando
llegué al despacho se encontraba el comisario Azpur, el alcalde, su abogado y
su séquito. Saludé a mi agresor reservándome mis rencores, reprimiendo mis
ganas de sacarle la cámara y confrontarlo. Nos sentamos frente a frente en
diagonal, dando al escritorio del comisario. Mientras esperábamos al fiscal Isaac
Espinoza, quien está a cargo del caso, intentaba entretenerme con mi celular. Hasta
que Céspedes protestó porque apague mi celular, según él, soy un acostumbrado a
grabar. Vaya afirmación, es obvio que un periodista graba, toma fotos, es su
trabajo. Esa afirmación dando a entender que grabar es un delito, solo se
le puede ocurrir al tipo que le importa un ápice los derechos constitucionales
y agrede a un periodista.
Mientras me
aburría también escrutaba a Céspedes. A ver, algo así como uno observa a un
parásito o a una joya, o quién sabe, solo divaga con la mirada. El alcalde,
cual si tendría un trastorno, lo que sería escopofobia, se quejó en el
comisario porque le miraba. Si no fuera una falta de respeto a los
presentes, habría soltado una carcajada. En la discusión de si debía mantener
cerrado los ojos o tapármelos para no ver al reyezuelo, intenté decir que
debería ser yo el aterrorizado ante la mirada y presencia de mi agresor. A fin
de no ser indisciplinado con el solícito comisario que ordenó que solo mire
hacia donde está, mantuve la compostura ante tamaña ridiculez.
Tratando de
encontrar una explicación desde el psicoanálisis, ojo, tratando, no soy el
especialista. Quizás responda a sus carencias de afecto en la niñes. Quejarse
en el policía porque le miro debe recaer en los cargos de conciencia del
alcalde ante el peso de la mirada de su víctima. También caí en la cuenta que
esa reacción ante una simple mirada explica su comportamiento bestial cuando me
agredió el 2023 al verme en “su” municipalidad, o lo que él cree, su chacra. Si
una mirada, sí crítica y con su dosis de encono, lo reconozco, le atormenta teniendo
a sus edecanes y a dos policías, podemos coincidir, estimado lector, en la
conclusión del odio del señor Céspedes contra este periodista por mis
publicaciones críticas que mantengo a su gestión, de ahí la causa para agredirme.
Cabe precisar, siempre me caracterizó ejercer el periodismo crítico. Con los
tres últimos alcaldes desde que volví a estas tierras no es la excepción y todos
me reconocieron con sus palizas.
Por
supuesto, como dice el dicho, qué ladrón va a decir sí robé. Céspedes es un
tipo cínico, jamás reconocería que actuó mal. Ni poniendo en valor el tiempo que uno pierde con estos procedimientos. Los reyezuelos se lo toman en
serio que todo lo hacen a la perfección. Pero los periodistas de a verdad,
estamos para decirles sus verdades, como el niño de Hans Christian Andersen,
gritarle al reyezuelo que anda calato. Solo que el reyezuelo llatino no es
el del cuento de HCA para que escarmiente.