A estas alturas parece que los ataques de pánico, momentos de reflexión y
golpes de pecho del establishment peruano ya cesaron. Como acá no
pasa nada, a otra cosa mariposa. Tampoco hagámoslo tan evidente, no vaya ser
que lo estemos promoviendo. Solo un poco como para guardar las apariencias;
esos comentarios parecen acotados con los líderes de opinión, tecnócratas,
empresarios, políticos, los dueños del
Perú ante el miedo que les genera las protestas, sobre todo, en Chile. Así
como en Bolivia, previamente en Ecuador y otras partes del mundo, donde la
gente señala las enormes desigualdades a favor de unos cuantos.
El temor de la derecha peruana a que se contagie la peste de las protestas como de Chile - Foto: Europapress |
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NOSOTROS PERDIENDO
Por Yonel Rosales
Las molestas comparaciones, por no
decir todas, siempre nos han hecho con los chilenos, a quienes debemos imitar
por lo bien que les va. Sí, son dignos de ejemplo los mapochos que no se fatigan
de luchar. Van por un mes de protestas. Toda la ira contenida, los
resentimientos, las incontables veces que tuvieron que agachar las cabezas y
aceptar resignadamente el destino que “nunca” se podía cambiar se desbordó. Esas gentes que todos los días, como en el
Perú, repetían que este es el único modelo a seguir; la desigualdad para hacer
más ricos a los ricos, ahora prometen hacer lo que antes satanizaban. El cambio de constitución política, idea
descabellada hasta hace poco, parece ser la única promesa salvadora a la
crisis. ¡Quién lo creería! En el Perú también se arañan, saltan hasta el
techo con la sola mención de cambiar la constitución de la dictadura corrupta
del fujimorismo, así como la constitución del pinochetismo en Chile.
No sabemos para cuándo se está
guardando la ira del pueblo peruano, pero el miedo de los analistas y sus
voceros de la clase gobernante es manifiesta. Miedo fundamentado, pues el Perú no es un paraíso como nos hacen creer
con sus “buenas” cifras macroeconómicas. Salud y educación son un desastre, con
unos pocos haciendo plata con las medicinas y la educación de baja monta. Miedo
a que este sea una peste contagiosa que les arrebate sus privilegios e incluso
sus vidas, pero solo es un susto. Mientras confían que las protestas no son
contagiosas, intentan convencernos con que basta meter por unos meses a los
peces gordos de la corrupción para desfogar la ira peruana. ¿Y los otros
corruptos de años pasados, que gracias al robo hoy gozan de fortunas?
También nos han dicho que los peruanos no podríamos salir a protestar porque a
diferencia de Chile, somos una economía altamente informal que no tributamos,
por ello no tendríamos por qué reclamar. ¿Y nuestros recursos rematados? Entre
otros argumentos a favor de su status, está que a diferencia de Chile, en el
Perú, ya casi alcanzamos la igualdad, pues cualquiera puede tener un carro, un celular
o regalar tres millones de soles para la campaña como los Romero a Keiko.
Pese a sus miedos, la derecha anquilosada
en el poder, como quién quiere mostrar empatía con sus víctimas se preocupa de la
pobreza que ellos alimentan con la desigualdad. Al momento, no hay ninguna
iniciativa interesante contra las causas de los desbordes. En sus debates siguen
los mismos de siempre, invitan a sus medios a los autores del país que tenemos;
en cada elección nos ven la cara para prometernos lo mismo que no hicieron. El establishment tiene miedo a las protestas
pero optó por continuar con los ojos cerrados y pontificar su modelo. De ahí se explica que los golpes de pecho no
han parido ninguna interesante propuesta de cambio. Por lo contrario, las
personas que cuestionan las fallas del modelo, aquellos que plantean cambios,
son blancos de censura, de avalanchas mediáticas. Los menoscaban, en ese
menoscabo por sus ideas, los igualan con los fujiapristas. Por ejemplo, el
candidato de Juntos por el Perú, Manuel Danmert es víctima de esos ataques mediáticos.
No obstante a su destacable papel como el primer perseguidor del remate del gas
de Camisea, contra los lobbys de PPK, terminó siendo igualado a Mulder,
Becerril o Bartra. Descalificarlos porque no les gusta su visión política.
¿Entonces para qué sirven los golpes de pecho en el pánico?, para calmarnos.