En la fiesta de los negritos, después del “Uno a uno” de los jijas, otra
de las costumbres que más atención
genera es el “Numinario, seguido del Pasa huarachi”, donde los danzantes de
las dos cuadrillas tienen que demostrar
resistencia física luego del desvelo.
La costumbre establece que los negros deben probar su resistencia física - Foto: YR |
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Por Yonel Rosales
Cuando por quinta vez, ante la tenaz
insistencia de despertarlo para llegar a tiempo al Numinario, somnoliento y
amargado por el sueño interrumpido, el tío Paco, profirió molesto, “¡esto que va a ser gozar, esto es
sacrificio!”, mientras, acababa de sonar la última campanada. Es que papá
Zenobio Rosales Caqui, al anunciar a sus hijos y nietos que sería funcionario
de los negritos, prometió que con la fiesta, sus hijos, nietos y el pueblo
gozarían a más no poder; quiso asegurarse del goce poniéndonos a grandes y
chicos como danzantes.
Después de tantas idas y venidas,
trasnoches y días ajetreados al recorrer calles con la Jija, el cuerpo pide
descanso. Pero al cuarto día, los 25 de diciembre, aún falta lo más sacrificado
de los negritos, amanecer bailando, hacer
25 números alrededor de la plaza.
Las dos cuadrillas compiten en todo momento, por el honor - Foto: YR |
Los olvidados
En el “Único Uno a uno”, contamos
que está en cuestión el honor de la familia, hacer quedar bien el nombre del
funcionario. En toda la competición de
las dos cuadrillas está en juego el orgullo de haber ganado al otro, no hay
trofeo que valga más que la reputación. A esto contribuyen los curuchanos, llamados
a imponer disciplina a churunazos (azotes), multas o mesadas. Se aplica incluso
a las autoridades. Recuerdo los ojos lagrimosos de un exalcalde, cuando la
familia Rosales hizo la fiesta, lo atrapó y lo puso sobre la mesa para echarle shacta con chicha en el trasero,
taglapaipa (palmeándolo) para darle fuetazos por estar ausente en el Numinario.
La bella patilona, agotada, era la favorita para el baile - Foto: YR |
No obstante, como decíamos al
hablar de la Jija, las costumbres se pierden con el paso del tiempo. Sea por
desgano o el avance tecnológico. A partir de la página 484 del libro Compendio general y turístico de Huamalíes, de
Saturnino Pablo, se rescatan muchas costumbres en torno a la fiesta de los
negritos que quedaron olvidados; algunas de ellas, el Bastón jorguy (pedir el
bastón) que el tesorero de la iglesia y máximas autoridades de la fiesta les
quitan, el cual deben recuperar los danzantes; o la Dama Jorguy (recoger a la patilona), Cera ricay (ver la velas) y
Jirpupacuy (disolver velas grades), estas últimas quedan en el desuso
porque la luz eléctrica reemplazó al alumbrado de las velas que el público
sostenía en el Numinario.
Antes, el Numinario se hacía con velas que sostenía el público - Foto: YR |
Mejor no perder, a no ser que prefieras la ortiga
El desarrollo de la festividad es
competitivo, mostrar quién queda mejor parado. Antes, el Numinario (hacer
números de noche) comenzaba a las doce de la noche, vaya Noche buena por estas
tierras. A la tercera campanada desde la
torre, la cuadrilla que llega primero tiene prioridad. En cambio en el
2016, esta costumbre empezó a eso de las 3:00 a.m., con letargo, mientras el
público bailaba de contento con una orquesta que puso la familia Mallqui.
La tradicional doce vueltas a la
plaza por cuadrilla, sus números para las autoridades y el público, fue
profanada por los Mallqui con una extraordinaria presentación coreográfica, e
inmediatamente al culminar su primera presentación retumbó los bombazos de un gigantesco
castillo. Cambió radicalmente el conocido programa del Numinario. Las
sacrificadas 25 vueltas a la plaza, en honor al Niño Jesús, pasaron desapercibidas.
La inexistencia de otro funcionario y la
sola espontánea organización de un grupo de ciudadanos no pudieron equiparar al
otro.
Los Mallqui sorprendieron con vistoso castillo - Foto: YR |
En tantas idas y vueltas, a
cualquiera se le puede perder un guante, una campanilla de negrito, la máscara
u otro disfraz, encuéntralo pronto, porque lo lamentarás. Después del Numinario
se viene la adoración al Niño Jesús al interior del templo, acompañado de los
atronadores músicos. En pares con tu rival, cantarás de memoria los versos de
tu cuadrilla en honor al recién nacido. Al primer error te quitan alguna
indumentaria, solo lo recuperas a cambio de un paquete de velas. Pero ay de ti, si estás sin guantes o máscaras,
te castigan con ishanca (hortiga), que dolerá cual decenas de pinchazos de
abeja.
Autoridades, juez, alcalde, subprefecto, regidor... en la costumbre - Foto: YR |
Demuestra que aún resistes
Con la primeras luces de la aurora,
tras una noche de desvelo con shacta y baile, los borrachos hacen escenas
graciosas, peleas, ocurrencias descabelladas, todo bajo los efectos del alcohol.
De eso se trata el Pasa huarachi (pasa el tiempo de amanecida), otros la
conocen como Pachahualachi, de acuerdo a
los más antiguos del pueblo, este término sería la degeneración, tergiversación
del Pasa huarachi.
Las bandas de músicos se alternan pero los negros no descansan - Foto: YR |
La mañana del 25, la cuadrilla de
los voluntarios Niño Jesús y los Mallqui, cada quien hicieron su primera
presentación por separado. Acompañados de la contagiosa melodía del Pasa huarachi, que va casi in crescendo
hasta llegar al rompe, una especie de juga de esta música especial. Al
finalizar, las dos cuadrillas se unieron, cada uno en una larga fila para hacer
una sola y bailar el Pasa huarachi lentamente hasta la casa del padrino del
Niño. En cada mudanza, los caporales
ponen en prueba la resistencia de los otros y de los suyos, el ejercicio físico
va desde las planchas hasta las ranas. Si te paras, porque no aguantas más,
algún curuchano estará atento para darte tu churunazo o abusivamente sentarse
sobre ti. Para pesar de los Mallqui y los voluntariosos de la cuadrilla Niño
Jesús, este año la casa del padrino estuvo al otro extremo de la ciudad, desde
la plaza de Puños debieron bailar hasta el estadio, más de quince cuadras de pesado ejercicio tras un agotador desvelo.
Llegaron aproximadamente a las 9:00 a.m., pues empezaron tarde, su esfuerzo es
compensado con deliciosos ponches y bollos, que el padrino, acompañado de las
autoridades ofrecen.
El ante penúltimo número, el uno debía cargar al otro - Foto: YR |
En peligro de extinción
Las fiesta de las pallas y pizarros,
turcos, que también tenían sus rompes y numinarios, ya no existen, así como
otras quedaron en el olvido. Ahora 31 de diciembre se viene el aswuacuy (tomar
chicha) de Los campos, que también decae, ya no convidan la rica chica de jora,
sino uno de sobre, que te deja el paladar con un dulzor molesto. La globalización, el ingreso de nuevas religiones
en desmedro del catolicismo, como los evangélicos que dicen abominar estas
costumbres pero que gustan mirar o componer canciones con melodías similares; las migraciones, la enajenación de las
nuevas generaciones. Y sobre todo, la falta de recursos para presentaciones
cada vez más ostentosas, y la ambición de acumular riqueza, desaniman que nuevos funcionarios asuman
esta responsabilidad.
La casa del padrino de Jesús, a tomar ponche y bollos - Foto: YR |
En el Umacuy o Truka churay (cambio
de cargo); realizado al día siguiente del Gananacuy,
tras la finalización de la misa del 26 de diciembre, los negritos y músicos de
las dos cuadrillas deben correr por la calle central y retornar por el Barrio
Santa Rosa, quien llega primero consigue un laudo más para el funcionario.
No hubo un reemplazante. La despedida fue particularmente triste este año, si
hasta hace poco, de los dos funcionarios se animaba ingresar aunque sea uno, en
el 2016 nadie ingresó para realizarlo en el 2017. Las wawas del truka wawa se
están moheciendo en la Iglesia Matriz de
Puños, la dos veces reducida a cenizas por el fuego, el último en el 2004, y
renació cual ave fénix. Las tradiciones, las ocurrentes costumbres que
intentamos resumir en estas líneas, ¿renacerán o preferiremos halagar lo
anodino y hegemonizante que los medios nos repiten?
El público es exigente, demanda el cumplimiento de las costumbres - Foto: YR |