Dos hermanitas de ocho y once años sustrajeron
aretes de oro, tarjetas de crédito y carteritas de una laboratorista.
La pista para identificar a las autoras, fue
una encomienda que enviaron al jugar, donde escribieron el nombre de Ruth que estaría
en Lima.
Niñas sustrajeron carteritas, billetera, tarjetas de crédito, joyas y otros objetos de una trabajadora de salud en Puños - Composición: Yonel Rosales |
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Por Yonel Rosales
Hacía horas que el nombre de Palime
Fernández Gargate, laboratorista del Puesto de Salud de Puños, se repetía por
una emisora local y ella ni enterada. Daban cuenta del hallazgo de su DNI y sus
tarjetas de crédito. Fue hasta Llata a recogerlos, pagó por el aparente gran
servicio, horas más tarde se enteraría que el padre de las autoras los había
dejado en su puerta, el jefe del hogar ya sabía lo que hicieron sus hijas. Atareada
con el trabajo y las largas jornadas de estudio de una nueva profesión, Palime
atinó a sorprenderse por cómo llegó sus documentos a la capital de la provincia.
Solo cuando un colega del trabajo, el jueves 18 en horas de la noche, le
recomendó revisar su habitación de qué más le podría faltar, se echaría a
llorar amargamente por la pérdida de un bien preciado, de alto valor, que el costo
no podrá pagar.
Pese a ser limeña, la víctima,
practica la candidez de una campesina. Dice que muchos años trabajó en
Canchabamba provincia de Huacaybamba, donde la gente no toca nada no obstante a
tener la puerta abierta. Con esa confianza no adoptó las precauciones que
todos tomamos hasta con los trastes viejos. Al parecer en una de sus apretadas
jornadas, olvidó poner seguro a la otra puerta de su habitación alquilada a
pocos metros de la plaza puñosina. Las dos hermanas a quienes llamaremos Flor
de once y Acacia de ocho años, cuya principal tarea antes que la escuela es aplanar
las calles, satisfacer sus curiosidades y dar rienda suelta a sus travesuras, habrían
empujado la puerta hace aproximadamente seis días o quién sabe cuándo. Y
¡oh, maravilla!, los ojos curiosos brillaron de emoción.
Sin temor a ser descubiertas, ni límites a tocar o coger lo ajeno, las dos niñas tomaron el control de la habitación. Derramaron las cremas para el maquillaje y el cuidado de la piel, rompieron los perfumes. Sacaron los regalos de cumpleaños de Palime, que estaban guardados en lo alto de una taquilla. Hasta se dieron tiempo de jugar a sus anchas con las bolsas decorativas de los regalos. Si no fuera por este juego, quizás nunca se descubría a las autoras. En una bolsita rosada escribieron encomienda para Ruth, al parecer una hermana de las traviesas que vive en Lima. En otro monedero de tela en forma de corazón, Acacia dejó su nombre.
El DNI y las tarjetas de crédito del BCP, Sagafabella, y de débito del Banco de la Nación |
Encomienda para Ruth
La laboratorista, sin salir de su intriga de cómo apareció su DNI y las tarjetas de crédito y de débito en Llata, ante la recomendación de su colega, el jueves 18, ya bien entrada la noche, pidió permiso en el trabajo y corrió a su cuarto. Constató que le robaron sus pertenencias. Destrozaron sus auriculares, le faltaban los regalos que recibió hace dos semanas, el 6 de abril. No estaban las billeteras y demás chucherías que enternecen a las mujeres por el detalle, el color o qué se yo que le ponen quien escogió el obsequio. Molesta, porque manosearon el aprecio de sus seres queridos, tocó la puerta de la dueña de la casa para reclamarle y pedir ayuda. Se echó a llorar.
Gracias a la pista que dejaron,
supieron a donde ir. Cuadras abajo, en el Barrio San Pedro, se toparon con una
de las autoras, consciente de sus actos, huyó a su casa. Tras tocar la puerta,
salió la mamá, dada las explicaciones y los reclamos, exigió a las niñas que
devuelvan lo sustraído. Pareciera que lo tenían a la mano, devolvieron las
cartucheras sin los cordones, billeteras - los regalos nuevos ahora eran de
segunda -. Entre que continuaban el reclamo, salió el papá, acompañado de
una música evangélica y un tufo propio de la “Copa Caña”, el campeonato donde se
premian con más trago de dudosa procedencia. Palime, compadecida de las pobres
niñas, no quiso hablar del asunto con un señor ebrio, no vaya a ser que las
pegue. Se retiró ni bien aceptó la invitación de pasar a la casa.
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Las malas lenguas
Quizás la telada, o como diríamos
en Puños, ese Olimpio volvió bien achorado, con saco y camisa, aunque no caía
bien ese guante en la mano ávida por esconderse, el andar portando una biblia y
pregonar la nueva venida del Señor para captar más adeptos a una de las
iglesias evangélicas, cautivó a Victoria, una joven y bella madre soltera, que terminó
de esposa del pastor para traer cinco vidas más a este mundo, entre ellas a Flor
y Acacia, las dos niñas, que de traviesas pasaron a ser ladronas para la
víctima del hurto. Al último todavía amamanta.
La mamá de las niñas, como si supiera dónde están, halló entre las ropas de una bolsa parte de las joyas sustraídas - Foto: Cortesía |
Pero las malas lenguas, que corren
como las aguas silenciosas de un oconal cuesta abajo. Pronto empezaron a
derruir la telada y la imagen de Olimpio. Corrió como un secreto a voces, desechando
el secretismo y más bien volviéndolo un chisme a media voz. Dicen que escapó
robando el dinero del hermano y este como castigo le rompió la mano propensa a
evitar salir del bolsillo. Ya nadie recuerda el disloque del pastor, que,
de la buena imagen para los borregos pasó a emborracharse y a la vez disfrutar
de un coro evangélico que le acompaña en el celular. Lo cierto es que el
comportamiento del mensajero de Dios, que puede disertarte lo que el
Todopoderoso escribió en la biblia, con un “turrón” repelente y sosteniéndose
en pie de milagro, es la manifestación innata del ser humano que una
religión no puede reprimir si no es por la voluntad del propio ser. Lo hace
ser más humano.
El regalo de mamá
Cuando Palime, al volver a su
cuarto se puso a verificar con mayor detenimiento sus pertenencias, todavía
desordenadas porque hace poco llegó a Puños, salió más iracunda con dirección a
la casa de las dos niñas. Esta vez no le importó que las pobres fueran
golpeadas por el papá alcohólico y les exigió que les devuelva los aretes de
oro. Olimpio les invitó a pasar, pues las niñas ya estaban por acostarse
junto a su madre. Victoria tuvo que levantarse y exigir a sus hijas que le
entregue la costosa joya, pero ellas guardaban silencio, alguien diría
cuchicaras. Esto sí no se los perdono, esos aretes son el regalo de mi mamá en
mi fiesta de promoción, mi mamita ya está muerta y ustedes se atrevieron a
robármelo, reclamó.
El papá, algo así como que deben
agradecerle, dijo que hacía tres días dejó el DNI y las tarjetas de crédito en
la puerta de su cuarto. Entonces ya sabía lo que sus hijas hicieron. Mientras
que, Palime, perdóneme la expresión, haciéndola de tonta tuvo que ir hasta
Llata a recoger y pagar recompensa por sus documentos que las niñas
sustrajeron. Ante la presión de las interrogantes, Acacia dijo que los
aretes estaban en una caja, pero Flor trataba de callarla. Luego dijo que le
habían dado a Fulgencio. ¿A cambio de caramelos? Sin respuesta, siguieron
buscando. Después dijo que los aretes estaban escondidos en la tierra en la
otra habitación. Cuando escarbaban infructuosamente, Palime notó una seña de
Olimpio a su hija. Esto la encolerizó y discutieron con el pastor borracho, parecía
evidente que sus padres sabían lo que hicieron y ¿no dijeron nada? Intervino
Victoria, pidiéndole humildad al esposo, increpándole por no corregir a sus
hijas y continuaron buscando. Más rato, la niña sacó otra coartada, los
pendientes los tiraron abajo, en un tanque.
De tanto buscar solo encontraron estos collares, pero los aretes de oro de inmenso valor para la joven no se encontró por ningún lado - Foto: Cortesía |
Tras sacar ropa tras ropa de uno de
los montones de las bolsas de mercado con cierres, la mamá halló dos joyas, al
parecer collares o algún adorno dorado que les encanta a las damas. Pero
los preciados aretes, el regalo de mamá, no están por ningún lado. Encontraron
los hilos dentales, un osito maltratado, otra bolsa, que las manos traviesas se
llevaron. Menos mal la pulsera de 18 kilates, el anillo de compromiso, no
fueron sustraídos. Olimpio, dijo que denuncie lo que quiera, quizás a
sabiendas que sus hijas son inimputables. La víctima les aseguró que tiene la
boleta de los aretes, que su abogado evaluaría el caso. Al día siguiente,
una vendedora le preguntó a la señorita, si era cierto que las dos callejeras
les robaron sus cosas. Confirmó, la señora le comentó, que esas son
acostumbradas, no hace poco también sustrajeron las ofrendas de la iglesia.
Imagínese, para la víctima, Puños
es más insegura que Llata y evalúa irse de este pueblo con alguna famita en
estas lides.