Puños: El juego de dos niñas delató a las que robaron joyas de oro - Desde la Torre

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lunes, 22 de abril de 2024

Puños: El juego de dos niñas delató a las que robaron joyas de oro

 

Dos hermanitas de ocho y once años sustrajeron aretes de oro, tarjetas de crédito y carteritas de una laboratorista.

La pista para identificar a las autoras, fue una encomienda que enviaron al jugar, donde escribieron el nombre de Ruth que estaría en Lima.

Niñas sustrajeron carteritas, billetera, tarjetas de crédito, joyas y otros objetos de una trabajadora de salud en Puños - Composición: Yonel Rosales

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Por Yonel Rosales 

Hacía horas que el nombre de Palime Fernández Gargate, laboratorista del Puesto de Salud de Puños, se repetía por una emisora local y ella ni enterada. Daban cuenta del hallazgo de su DNI y sus tarjetas de crédito. Fue hasta Llata a recogerlos, pagó por el aparente gran servicio, horas más tarde se enteraría que el padre de las autoras los había dejado en su puerta, el jefe del hogar ya sabía lo que hicieron sus hijas. Atareada con el trabajo y las largas jornadas de estudio de una nueva profesión, Palime atinó a sorprenderse por cómo llegó sus documentos a la capital de la provincia. Solo cuando un colega del trabajo, el jueves 18 en horas de la noche, le recomendó revisar su habitación de qué más le podría faltar, se echaría a llorar amargamente por la pérdida de un bien preciado, de alto valor, que el costo no podrá pagar.

Pese a ser limeña, la víctima, practica la candidez de una campesina. Dice que muchos años trabajó en Canchabamba provincia de Huacaybamba, donde la gente no toca nada no obstante a tener la puerta abierta. Con esa confianza no adoptó las precauciones que todos tomamos hasta con los trastes viejos. Al parecer en una de sus apretadas jornadas, olvidó poner seguro a la otra puerta de su habitación alquilada a pocos metros de la plaza puñosina. Las dos hermanas a quienes llamaremos Flor de once y Acacia de ocho años, cuya principal tarea antes que la escuela es aplanar las calles, satisfacer sus curiosidades y dar rienda suelta a sus travesuras, habrían empujado la puerta hace aproximadamente seis días o quién sabe cuándo. Y ¡oh, maravilla!, los ojos curiosos brillaron de emoción.

Sin temor a ser descubiertas, ni límites a tocar o coger lo ajeno, las dos niñas tomaron el control de la habitación. Derramaron las cremas para el maquillaje y el cuidado de la piel, rompieron los perfumes. Sacaron los regalos de cumpleaños de Palime, que estaban guardados en lo alto de una taquilla. Hasta se dieron tiempo de jugar a sus anchas con las bolsas decorativas de los regalos. Si no fuera por este juego, quizás nunca se descubría a las autoras. En una bolsita rosada escribieron encomienda para Ruth, al parecer una hermana de las traviesas que vive en Lima. En otro monedero de tela en forma de corazón, Acacia dejó su nombre.   

 

El DNI y las tarjetas de crédito del BCP, Sagafabella, y de débito del Banco de la Nación
 aparecieron en una radio local anunciando 


Encomienda para Ruth

La laboratorista, sin salir de su intriga de cómo apareció su DNI y las tarjetas de crédito y de débito en Llata, ante la recomendación de su colega, el jueves 18, ya bien entrada la noche, pidió permiso en el trabajo y corrió a su cuarto. Constató que le robaron sus pertenencias. Destrozaron sus auriculares, le faltaban los regalos que recibió hace dos semanas, el 6 de abril. No estaban las billeteras y demás chucherías que enternecen a las mujeres por el detalle, el color o qué se yo que le ponen quien escogió el obsequio. Molesta, porque manosearon el aprecio de sus seres queridos, tocó la puerta de la dueña de la casa para reclamarle y pedir ayuda. Se echó a llorar.

Gracias a la pista que dejaron, supieron a donde ir. Cuadras abajo, en el Barrio San Pedro, se toparon con una de las autoras, consciente de sus actos, huyó a su casa. Tras tocar la puerta, salió la mamá, dada las explicaciones y los reclamos, exigió a las niñas que devuelvan lo sustraído. Pareciera que lo tenían a la mano, devolvieron las cartucheras sin los cordones, billeteras - los regalos nuevos ahora eran de segunda -. Entre que continuaban el reclamo, salió el papá, acompañado de una música evangélica y un tufo propio de la “Copa Caña”, el campeonato donde se premian con más trago de dudosa procedencia. Palime, compadecida de las pobres niñas, no quiso hablar del asunto con un señor ebrio, no vaya a ser que las pegue. Se retiró ni bien aceptó la invitación de pasar a la casa.

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Las malas lenguas

Quizás la telada, o como diríamos en Puños, ese Olimpio volvió bien achorado, con saco y camisa, aunque no caía bien ese guante en la mano ávida por esconderse, el andar portando una biblia y pregonar la nueva venida del Señor para captar más adeptos a una de las iglesias evangélicas, cautivó a Victoria, una joven y bella madre soltera, que terminó de esposa del pastor para traer cinco vidas más a este mundo, entre ellas a Flor y Acacia, las dos niñas, que de traviesas pasaron a ser ladronas para la víctima del hurto. Al último todavía amamanta.  

La mamá de las niñas, como si supiera dónde están, halló entre las ropas de una bolsa parte de las joyas sustraídas - Foto: Cortesía

Pero las malas lenguas, que corren como las aguas silenciosas de un oconal cuesta abajo. Pronto empezaron a derruir la telada y la imagen de Olimpio. Corrió como un secreto a voces, desechando el secretismo y más bien volviéndolo un chisme a media voz. Dicen que escapó robando el dinero del hermano y este como castigo le rompió la mano propensa a evitar salir del bolsillo. Ya nadie recuerda el disloque del pastor, que, de la buena imagen para los borregos pasó a emborracharse y a la vez disfrutar de un coro evangélico que le acompaña en el celular. Lo cierto es que el comportamiento del mensajero de Dios, que puede disertarte lo que el Todopoderoso escribió en la biblia, con un “turrón” repelente y sosteniéndose en pie de milagro, es la manifestación innata del ser humano que una religión no puede reprimir si no es por la voluntad del propio ser. Lo hace ser más humano.

El regalo de mamá   

Cuando Palime, al volver a su cuarto se puso a verificar con mayor detenimiento sus pertenencias, todavía desordenadas porque hace poco llegó a Puños, salió más iracunda con dirección a la casa de las dos niñas. Esta vez no le importó que las pobres fueran golpeadas por el papá alcohólico y les exigió que les devuelva los aretes de oro. Olimpio les invitó a pasar, pues las niñas ya estaban por acostarse junto a su madre. Victoria tuvo que levantarse y exigir a sus hijas que le entregue la costosa joya, pero ellas guardaban silencio, alguien diría cuchicaras. Esto sí no se los perdono, esos aretes son el regalo de mi mamá en mi fiesta de promoción, mi mamita ya está muerta y ustedes se atrevieron a robármelo, reclamó.

El papá, algo así como que deben agradecerle, dijo que hacía tres días dejó el DNI y las tarjetas de crédito en la puerta de su cuarto. Entonces ya sabía lo que sus hijas hicieron. Mientras que, Palime, perdóneme la expresión, haciéndola de tonta tuvo que ir hasta Llata a recoger y pagar recompensa por sus documentos que las niñas sustrajeron. Ante la presión de las interrogantes, Acacia dijo que los aretes estaban en una caja, pero Flor trataba de callarla. Luego dijo que le habían dado a Fulgencio. ¿A cambio de caramelos? Sin respuesta, siguieron buscando. Después dijo que los aretes estaban escondidos en la tierra en la otra habitación. Cuando escarbaban infructuosamente, Palime notó una seña de Olimpio a su hija. Esto la encolerizó y discutieron con el pastor borracho, parecía evidente que sus padres sabían lo que hicieron y ¿no dijeron nada? Intervino Victoria, pidiéndole humildad al esposo, increpándole por no corregir a sus hijas y continuaron buscando. Más rato, la niña sacó otra coartada, los pendientes los tiraron abajo, en un tanque.  

De tanto buscar solo encontraron estos collares, pero los aretes de oro de inmenso valor para la joven no se encontró por ningún lado - Foto: Cortesía


Tras sacar ropa tras ropa de uno de los montones de las bolsas de mercado con cierres, la mamá halló dos joyas, al parecer collares o algún adorno dorado que les encanta a las damas. Pero los preciados aretes, el regalo de mamá, no están por ningún lado. Encontraron los hilos dentales, un osito maltratado, otra bolsa, que las manos traviesas se llevaron. Menos mal la pulsera de 18 kilates, el anillo de compromiso, no fueron sustraídos. Olimpio, dijo que denuncie lo que quiera, quizás a sabiendas que sus hijas son inimputables. La víctima les aseguró que tiene la boleta de los aretes, que su abogado evaluaría el caso. Al día siguiente, una vendedora le preguntó a la señorita, si era cierto que las dos callejeras les robaron sus cosas. Confirmó, la señora le comentó, que esas son acostumbradas, no hace poco también sustrajeron las ofrendas de la iglesia.

Imagínese, para la víctima, Puños es más insegura que Llata y evalúa irse de este pueblo con alguna famita en estas lides.

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