Me convencí que una nueva
constitución no es una varita mágica que hará de nuestro país, como por arte de
magia, menos pobre o de pronto potencia mundial. Para que la nación sea próspera y ofrezca mejores condiciones de vida a
sus ciudadanos depende de múltiples factores. Sí, claro, entre ellos los
instrumentos de gestión, quizás la constitución, pero responderán más a la
calidad de sus gobernantes, líderes, dirigentes, instituciones y habitantes que
apunten a ese objetivo. Sin embargo, la
constitución fujimorista tiene un origen ilegítimo, que pese al paso del tiempo
y el maquillaje legalista, jamás podrá ser olvidada. Apostar por darle una
salida democrática a ese desencuentro nos unirá.
Esta derecha no reconoce que la constitución del 93 tiene un origen antidemocrático, producto de un golpe de estado y ningunea a los voceros que ponen en cuestión - Foto: Internet |
Por Yonel Rosales
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Si mañana mi familia y yo decretáramos que a partir de la próxima semana seremos
millonarios, ¿será posible?, ¿dependerá de otros factores o basta con que lo
declaremos en un papel? Algo similar se podría decir de una constitución aplicada
al país. Para utilizar un ejemplo concreto, Pedro Castillo. No por tanto alardear, discursear a favor de las
mayorías, hizo algo interesante, alguna medida defendible en pos del cambio que
prometió, ojo, gobernó un año y medio. “No más pobres en un país rico”,
resultó solo un cuentazo que a miles ilusionó. Una nueva constitución no
terminará con la corrupción, ni las nuevas leyes evitan el robo al Estado, todo
responde a quiénes aplican la justicia o ejercen el poder. Si la constitución lo prohíbe, siempre habrá una ley, un decreto, una
reforma o alguna justificación para que los vende patrias haga negocios.
No obstante, el origen ilegítimo de
la constitución del 93 es una razón incuestionable para cambiarla. La derecha,
los grupos de poder, si fueran razonables, serían hidalgos de reconocer que
esta constitución es producto de un golpe de estado, parida por un gobierno
antidemocrático. Tras haber cerrado el
congreso, intervenido el sistema de justicia, acallado a los líderes
opositores, haberlos amedrentados y abusado de todo su poder, Alberto Fujimori
convocó a la asamblea constituyente del 93. ¿Una constitución nacida en estas
condiciones puede ser considerada democrática? En cambio la constitución
del 79 es producto de un consenso, escrita por líderes históricos que
trascienden hasta nuestros días. Lo que no se puede decir de la constitución
fujimorista.
El fujimorismo, la derecha, los
grupos de poder y sus medios de comunicación machacan infinidad de veces la
santidad de la constitución del 93. Aunque
la revistan de legalidad, adornen con encuestas a favor y la maquillen de
bondades, la gente no olvida el origen de este documento. Ese nacimiento
ilegítimo, lo que significa el fujimorismo y las oscuras historias en torno al
documento, como que está hecha solo para los ricos, la hacen inaceptable. Pese
a reiterados gritos de los manifestantes y estudios de opinión que lo confirman,
los medios ningunean, vapulean a sus voceros. La última encuesta del IEP halló
que un 69% de la población respalda una asamblea constituyente. Un 40%
considera que se debe cambiar la constitución y otro 45% que solo debe ser
modificada. Si sumamos estas dos últimas cifras, tenemos a un 85% de personas disconformes
con la constitución fujimorista.
La derecha no acepta esta realidad,
ni con el paso de las décadas, logra borrar los hechos. Por lo contrario, las
leyendas negras sobre el documento crecen, más cuando se entercan en admitir.
Esa derecha, aunque no lo reconozca, recién
con el expresidente Castillo, cayó en la cuenta que esta constitución blinda a
un presidente corrupto. ¿Por qué será?, obvio, porque fue hecha a medida de
Fujimori. Pese a lo evidente de las falencias de la constitución
fujimorista, solo aceptan reformas beneficiosas a su sector. Si tuviéramos una
derecha honesta, ni los llamados liberales dan la talla, aceptarían ir a un debate por una nueva constitución legítima. Donde lo
bueno del 93 se mantenga y se cambie lo que esté mal. El origen de una nueva
constitución democrática, la haría incuestionable en su parto. Así se atendería
una causa justa que miles reclamamos. Terminaríamos con el instrumento que utilizan
los extremistas para seguir dividiendo el país.