La mina sigue siendo la fuente de enriquecimiento de unos pocos y el
desastre para muchos, generalmente, en el ámbito donde se explota. Comparado los daños
ambientales a más personas y el enriquecimiento de unos cuantos, acrecienta la
desigualdad. Pero estos temas de fondo no se discuten, sino que cada lado se
encumbran en sus fortalezas de terquedad: MINA SÍ, por un lado, y MINA NO al
otro extremo. En el conflicto de Tía María y otros, el presidente Martín Vizcarra,
se encuentra al medio, mientras no se sabe cuándo acaban los conflictos. A su
enclenque gobierno se suman los embates de los extremistas. Nadie quisiera
estar en el pellejo del mandatario, cual papá que trata de armonizar a sus
hijos pendencieros recibe las puyas.
La destrucción del medio ambiente del que dependemos no puede ser progreso mientras no haya reparo como pasa con Antamina - Foto: Yonel Rosales |
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Por Yonel Rosales
No sé ustedes. Tengo la esperanza que no se hayan cerrado en uno de los extremos. El
primero, y que casi siempre avasalla, son aquellos que dicen que la mina solo
es progreso y se ciegan ante los enormes daños ambientales. Los perjuicios lo
cargan los más débiles, los sin voz, que no tienen un micrófono por delante
desde donde sermonean diariamente sobre el crecimiento económico del país
“gracias a la inversión minera”. Solo como casual caso de servicio social le
dan micros y cámaras a algún niño con plomo en la sangre sentenciado a muerte.
Ni hablemos, de los ríos, lagunas y tierras muertas, ellos no se quejan, por lo
que solo les corresponde una mera mención con desgano, como se habrán dado
cuenta en la intentona de imponer Tía María. En su extremismo, esta posición, lanzó una campañita absurda, el reto
de vivir sin celular, sin la laptop con el que escribo esta columna, para ver
si se puede vivir sin la minería. A esa tontería, hay que plantearles el
reto de si puede vivir sin agua, sin peces o alimentos, los contaminados por la
minería.
Del otro lado están los extremistas
que no quieren siquiera discutir de cómo sería posible la minería. Mejorar las
condiciones de explotación a favor de las mayorías. En Tía María, ni siquiera
la suspensión del proyecto, los calma. Quieren sí o sí la cancelación
definitiva, ni por asomo quieren dialogar al respecto, no obstante a los
beneficios que podríamos obtener. Razón no les falta para la desconfianza con
tremendos antecedentes. La preocupación y la oposición a la minería es la
contaminación, no es un secreto, pero para los del otro bando es falso. Si esta es la razón real por lo que se dice
MINA NO, deberían empezar por exigir que se eleven las sanciones por los daños
ambientales, que el gobierno de Ollanta Humala bajó esos estándares. Si los
del otro bando que repiten MINA SÍ, deberían coincidir en este punto, puesto
que como ellos dicen “la minería moderna no contamina”, no habría que temerlo.
Estas sanciones tendrían que ser drásticas, y mejorar la capacidad de
fiscalización del Estado, porque de nada sirve el papel escrito si no se
fiscaliza oportunamente. Este debe ser
un punto de consenso sin mucha discusión por los extremos y una señal clara del
Estado a favor de la protección del medio ambiente y de los hombres que viven
del campo.El otro punto, de discusión más amplia, sería mejorar la recaudación a
costa de la minería.
El país tiene que tener una mayor ganancia por los
minerales, porque finalmente el oro y la plata se acaba, y los desastres de los
relaves nos lo cargamos como nación, pero la carga más pesada la llevan los que
menos tienen. Empero, el fondo no se discute por ninguno de los extremos, ambos
en el sí y el no, banalizan la discusión, con tonterías sobre quienes encabezan
las posiciones, como cuando hacen mofa del video de las bodas del entercado
gobernador Llica. A estas alturas de la proximidad del desastre ecológico en el
mundo, que peligra la existencia del humano, ya deberíamos saber, que de nada
sirve plata y oro en mano mientras no haya agua o alimentos que comprar. Si continuáramos discutiendo las
alternativas, la responsabilidad social tipificada de las mineras sería la
arborización de tantos cerros pelados e improductivos, sería como intentar reparar
los daños ambientales.