Los cinco barrios de la Comunidad
Campesina de Puños, en la tradicional faena comunal, cultivaron aproximadamente
seis hectáreas de papa, al son del pincullo y la caja. Autoridades,
dirigentes y comuneros se unieron en la costumbrística jornada, que los pueblos
ancestros continúan practicando, como en el distrito de Puños - Huamalíes.
Por Yonel Rosales
Ese día tomé la más rica gaseosa,
que jamás haya probado. Siendo las 11:00 a.m., la hora del descanso, tras haber
subido y bajado las largas hileras de papas en flor o raquíticas, echando
abono; y luego que el autodenominado Alli Cholo, José Caqui, regaló la única
gaseosa de tres litros, la negrita KR, la que más detesto, como un acuerdo
silencioso entre los faenantes, iniciamos a repartir la ansiada bebida. Estuve
suertudo, era el tercero en el orden, medio vasito de la gaseosa, que por lo
general la detesto, me hicieron halagarla. Un
conflicto interior, de repentino amor e histórico rechazo a este líquido, me
hicieron cambiar. ¡Cómo negarla, si me socorrió de tamaña sed!
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Junto a Miguel debimos repartir agua a los sedientos - Foto: YR |
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Aproximadamente seis hectáreas de papas sembraron los comuneros - Foto: YR |
Este mismo día de insaciable sed, después
del almuerzo, con un caldo pasadito en sal, también bebí la más deliciosa agua
cruda, haciendo un lado al desdén porque falta hervir, a sabiendas que río
arriba lavan los platos, manos y caras saladas, sudorosas; tomé incontables
bocanadas de agua cruda, acepté albergar a los posibles helicobacters que
puedan estar esperándonos prestos para iniciar su cáncer al estómago. Los otros
sedientos comuneros, al igual que yo, pidieron agua, la misma que bebimos tirados
en la pashpa de la puna. Con el amigo Miguel, llevamos una olla de agua, en esa
misma vasija donde hirvieron el caldo, en esa misma que se utilizó para la
mazamorra embadurnadora. Corrimos al auxilio de los sedientos. Jamás como ese sábado, había tenido tanta
sed, jamás como ese día comulgamos que el agua, hervida o no, es vida, es
fuerza, alivio para la reseca garganta que empieza a apretar.
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Comuneros del barrio Santa Rosa en plena faena - Foto: YR |
CON CAJA Y PINCULLO
Con una bandera peruana ondulando
en cualquier palo enhiesto, acompañados del melancólico trinar del pincullo,
solitaria melodía en las punas, y el atosigante bum, bum, de la caja, los
comuneros de los cuatro, ahora cinco,
barrios del distrito de Puños, Santa Rosa, San Francisco, San Juan, San Pedro y
San Ignacio, inician la faena comunal. Previamente compartieron las hojas
verdes, sagradas, que se apelmazan en las bocas jocosas, aguzando su gusto con un
poco de izcu (cal). Algo de cigarro, como en la noche anterior del wilanacuy.
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Al ritmo de la caja y pincullo, entre jocosas bromas, cultivan la papa - Foto: YR |
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Todos a trabajar, mujeres presurosas echando abono entre una mata y otra - Foto: YR |
Los primeros en acelerar el
trabajo, sencillo al parecer, son los que echan abono en el punto medio de una
mata a otra. Arriba y abajo, yendo y subiendo presurosos, porque pronto los
chacadores (los de la lampa), iniciarán a revolver la tierra. Los largos
camellones de papa parecen interminables, por lo que los abonadores deben dejar
a medio hacer para empezar con otra hilera, pues los otros están por iniciar a
cultivar la papa sin abono. Así, las horas avanzan, y todos, coordinados por el
son, el ritmo del cajero, trajinan.
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Mientras los varones labran la tierra, algunas damas preparan los alimentos - Foto: YR |
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El alcalde Nilson Pablo, sufriendo con el pesado trabajo por falta de costumbre - Foto: YR |
Entre los primeros en mostrar
indicios de cansancio, son los no acostumbrados, como este redactor. Más tarde vi, sudando el peso del
sedentarismo, al alcalde Nilson Pablo Roque. Lo mismo que al subprefecto, a
regidores. En cambio, para el presidente de la comunidad, Norbil Carhuapoma, la
actividad es algo tan sencillo como degustar una pejtupapa.
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Alegres comuneras preparando las papas para el almuerzo - Foto: YR |
EMBARRADOS CON MAZAMORRA
Pese a que la práctica comunal se
mantiene, no es de soslayar que cada vez hay menos comuneros sumándose a la
jornada. Hay menos mujeres, quienes siempre están en desventaja. A la hora del
almuerzo, cada cual en sus barrios, inician las amenazas y bromas en torno a lo
que vendrá después de la comilona. El juego tosco entre varones y mujeres. La
mazamorra, el barro, el agua, todo se vale para mojar o embadurnar al oponente.
A falta de damas, las ganas de jugar, como el último sábado en San Francisco,
solo quedan en bromas y ademanes compasivos de varones provocando a las
contadas damas.
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Las coquetas cocineras, advirtiéndonos con la mazamorrada - Foto: YR |
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Aunque los años pasan, los más adultos, son muy entusiastas para la faena, Paulino Caqui, tareando a los comuneros - Foto: YR |
Mientras en el barrio San Pedro se enjugaron
con mazamorra, con la brusquedad de sus fuerzas, las mismas fuerzas que usan
para las lampas y las champas, levantar las ollas. Los otros se apresuran para
terminar con su trabajo, “tarearse” (registrar su asistencia) y partir de
vuelta a la ciudad, al pueblo. A más de una hora de caminata desde Jirincocha a
Puños.
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Para cerrar, esta tierna imagen, un potrillo descansando mientras los hombres se alimentan - Foto: Yonel Rosales |