EL MUNDO DA VUELTAS - Desde la Torre

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jueves, 12 de enero de 2017

EL MUNDO DA VUELTAS

“A ver si me encuentro otra”
Relato
Sábado por la madrugada del 2016, no había comprado mi pasaje, como acostumbro, para viajar los fines de semana a mis clases. Con temor de no encontrar asientos disponibles me subo al primero que me pregunta, ¿a Huánuco amigo? El siguiente temor es por la seguridad en el viaje, va conmigo mi cámara fotográfica rocíen comprada. El trayecto todo tranquilo, no tuve una historia de asalto en la carretera que contar, del que tanto hablan los pasajeros.

Las pérdidas en el viaje, mis imágenes y el equipo - Foto: YR
Con el tiempo en contra, aletargado, los viajes de 3:00 a.m. me ponen así, bajo raudamente del carro, cual usuario que huye del pago. Sábado y domingo asisto a clases, entre hacer las tareas, un rayito de recuerdo insignificante cruza por mi mente, no había comprado el pasaje de regreso como acostumbro ni bien llego de viaje. ¡Ah!, es que vine de madrugada, me contesto; sin embargo no estoy satisfecho con la respuesta reflejo de mi mente. Ya en el trayecto a comprar el pasaje, tras reservar el asiento que debe dar a la ventana, la gran cuestión de la no compra sigue sin respuesta satisfactoria. Llego a la puerta de la empresa Turismo Huamalíes, doy con la pregunta del millón y la gran culpa. No compré el pasaje porque viajé con uno que me dejó en la empresa Corazón de León, de quien me desacostumbré preferirlos porque en un solo viaje el auto inicial y el de reemplazo se malograron.
Entre la risa estúpida de culpable, compro el pasaje de regreso, riéndome de mí mismo “planeado no hubiese salido mejor”, digo, mientras algún cliente en espera se imagina con desdén a un loquito que se ríe de la nada. De la burla de sí mismo, paso al conflicto de mi súper yo y mis peores demonios, a la izquierda tengo al ángel y a la derecha al diablo en persona, el uno me dice que vaya a cancelar el pasaje que no pagué de la madrugada, en cambio el otro ya cree que me convenció con no pagar nada, total, estamos en el país donde los vivos viven de los tontos. ¿Qué son 25 soles, si hay otros que hacen jugadas millonarias, como los corruptos de Lava Jato? El conflicto lo resuelvo por el dicho antiguo que mi padre repetía, “el mundo da vueltas”. Da vueltas, pero esperaré a que retorne porque ahorita estoy misio, mañana a la hora de viajar busco al chofer para pagarle, opto.
Domingo, seis minutos para las 3:00 p.m., con mi recién estrenada cámara cruzándome el pecho, antes de viajar corro unos diez metros a la agencia vecina. Pregunto a la encargada si está el chofer del carro color tal, que viajó el día y hora tal, por las descripciones, asegura que el conductor está de viaje, posiblemente me cruce en el camino. No le dejo el pago a la señora porque dudo si le entregará, también porque sufro pagar por un pasaje que prácticamente ya me salió gratis por una criollada inconsciente. Ya lo buscaré. Vuelvo al vehículo con el que retornaré; cómodo, escojo y elimino algunas de las fotografías más bonitas sobre las costumbres de mi pueblo y otras para el lanzamiento de mi página. Río con una foto precisa que le capté al alcalde Ciro Trinidad, admiro la caja y pincullo de un campesino y el moderno bombo de un escolar, alucino con la leyenda que pondría a esa foto. En ese trance llegamos al destino; con algunos disparos más para el caso que sigo en la carretera.   
Alrededor de las 7:00 p.m., descargo mi bolsa de mercado de la minivan, me cercioro de cuántos bultos llevé, todo está completo, tres cosas: mi bolsa, mochila y cámara. Cuando ya me dispongo a irme,  el frío tosco de esa hora de la noche me retrocede al abrigado vehículo. Busco la chompa y casaca en la mochila, en contra de mi costumbre, me quito mi recién estrenada cámara fotográfica ultra zoom, que me cruzaba el pecho, y lo pongo en el asiento de la minivan. Una vez abrigado, voy contento a casa del tío, con mi mochila y el bolso de mercado. A la mañana siguiente, para emprender otro viaje, quiero cruzarme la cámara al pecho y caigo en la cuenta de haber perdido mi cuarta cámara. De un salto bajo las escaleras, jadeante, con la seguridad que me lo negarán, como fue. Llego a la agencia Turismo Huamalíes, no saben, ni vieron nada, tampoco el conductor del minivan.
Me recuerdo del pago del pasaje que no hice. Sí papá, qué caro me salió el mundo que da vueltas, repito con amargura. Me consuelo, no perdí la cámara, ni esta ni las otras veces que me cogotearon, todas las veces me la robaron ciudadanos vivazos, de esos que habemos un montón. Quien lo haya encontrado hubiese dicho no es mío el costoso aparato, pero prefirió llevarse, coger lo que no es suyo. A tono con lo que se convencen los desconsolados, “no tengo suerte en el amor”, yo no tengo suerte para las cámaras fotográficas. El ir en contra de la costumbre de no haberlo puesto a mis ojos, a mi tropiezo, donde no pueda olvidarlo, me hizo perder la cámara y sus fotos del recuerdo. Perdí las imágenes aquellas del Yalinacuy, del arpa, el violín y sus coquetas Pallas, ni las imágenes del Tatash y su ococho maños… los perdí a todos.   
Para martirizarme, en cada encargo de la prima o la tía cuando viajo, me lo repiten, no vayas a olvidarte, mejor amárrate al pecho o anótate a la mano…
El mundo da vueltas, luego de la pérdida de mi cuarta cámara, con cuyos costos de las compactas ya me habría comprado una réflex, estoy a la espera de que “el mundo de vueltas”, haber si me encuentro una cámara por ahí, en cuyo estuche también este mi reportera, el cargador de batería; solo me faltó echárselo el cable de datos y el manual para que le dé buen uso.


Feliz 2017   

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